Santiago, 21 de julio de 1969
Excmo. Señor
Presidente de la República
Don Eduardo Frei Montalva
PRESENTE
Excmo. Señor:
Accediendo a sus
deseos manifestados en la reunión que tuvimos el 16 del presente, paso a
exponerle las diversas vicisitudes que he debido afrontar con motivo de la
aplicación de la Reforma Agraria en mi propiedad.
En primer lugar, creo
oportuno señalar a Su Excelencia, que trabajo desde hace más de veinte años mi
propiedad en la zona de Longotoma, habiendo logrado, junto con mi familia y
gracias a un intenso trabajo y capitalización, transformar ese predio, que era
el más abandonado de la zona, en uno de los más prósperos y quizás de más
empuje en el país.
Sería largo detallar
los numerosos trabajos que he ejecutado, tales como casas, cierros, obras de
regadío, electrificación, plantaciones, crianzas seleccionadas de ganado lanar,
bovino, etcétera, etcétera. Todo el conjunto forma una eficiente empresa agrícola.
Esta no es solamente una apreciación personal del suscrito, sino de cuantas
personas han visitado dicho predio.
También creo necesario
señalar que no tengo, ni jamás he tenido, un conflicto social, como se ha
repetido insistentemente desde hace un año a esta parte. Jamás he tenido una
huelga o un paro; nada tengo pendiente ante los Tribunales del Trabajo, estando
siempre al día en el cumplimiento de las leyes y demás obligaciones sociales.
En cuanto a los
aspectos de la Reforma Agraria, podría sintetizarlos en la siguiente forma:
El año pasado, pocos días
después de iniciados los lamentables sucesos acaecidos en Santa Marta de
Longotoma y como vecino y espectador de ellos, vine a conversar con el señor Carlos
Figueroa, en ese momento ministro de Agricultura subrogante, para manifestarle
mi extrañeza y desagrado por la forma como estaba actuando la CORA con cerca de
doscientas familias que no estaban de acuerdo con su procedimiento. En el curso
de dicha conversación, el señor Figueroa me pidió que no interviniera en este
asunto ya que el jefe zonal de CORA, don Gonzalo Puga, le habría manifestado
que mi fundo no sería expropiado. A este planteamiento expuse al señor Figueroa
que lo que estaba sucediendo en Santa Marta atentaba contra mis principios de
dignidad y respeto humanos, de libertad y de chilenos.
A mediados del año
pasado, fui advertido de que sería expropiado (conversación del señor Puga con
don Carlos Correa V.) y desde el mes de octubre he sido citado en numerosas ocasiones
por don Rafael Moreno para tratar sobre la forma como se aplicaría la Reforma.
Uno de los trámites que se llevó a cabo fue un avalúo de las mejoras que había
efectuado, lo cual, junto con el valor del terreno, dio una cifra cercana a los
E° 5.000.000.
El señor Moreno me
propuso que entregara todo el fundo a la CORA, proposición que no acepté, en
consideración a mi vocación y fe en la actividad agrícola, a no ser mi único
objetivo el ganar dinero, sino el haber hecho producir esas tierras y en mi
derecho legal a quedarme con una reserva que en mi caso procedería ser de hasta
las cuatro reservas contempladas en la ley (hasta la fecha la CORA no ha aceptado estudiar esta posibilidad).
En estas circunstancias
presenté un proyecto de reserva mínima, el cual fue considerado por el señor
Moreno como técnico y legalmente perfecto, añadiéndome que había sido el
estudio más completo que en este sentido había recibido. Desgraciadamente fue
rechazado y en su reemplazo, me ofreció una reserva que a mi juicio no
contemplaba el mínimo legal que técnicamente me correspondía, teniendo además
presente mi calidad no discutida como agricultor eficiente.
Ante el impasse producido, propuse al señor Moreno
que me permitiera acogerme a la ley de las parcelaciones, ofreciendo regalar
–en lugar de vender como lo estipula dicha ley– el 40% del fundo al personal
que colabora conmigo; vender otro 40% al mismo personal, si así lo deseara, y
reservarme solamente un 20%, que aproximadamente corresponde a la reserva mínima
legal.
Esta proposición, que
habría permitido hacer propietarios individuales a las cincuenta y seis
personas que según la ley tienen derecho a optar como parceleros, sin costo
para dicho personal, con una rentabilidad estimada en un 50% superior a lo
exigido, que habría ahorrado a la CORA una inversión superior a los E°
4.000.000, fue también rechazada. En promedio, las parcelas que yo ofrecía
hacer tendrían una cabida de 3,5 hectáreas de riego y 75 de secano.
Creo útil señalar las
razones que me fueron dadas por CORA para rechazar esta parcelación:
a) porque en el cálculo de las personas que deben optar a ser parceleros no
consideran lo estipulado en la ley de las parcelaciones, sino a las personas
que eventualmente podrían ser asentados; b) porque no aceptan la compensación
en dinero, que dicha ley contempla para los casos que no quieran o no puedan
ser parceleros; c) porque en el cálculo de las cabidas mínimas no consideran la
rentabilidad que puedan tener las parcelas, sino las hectáreas básicas que
deben tener. En este sentido, tuve que poner, dentro de las cincuenta y seis
personas como candidatos a parceleros, a siete pequeños propietarios que
trabajan en el fundo, “por no ser dueños de una unidad económica”. Sin embargo,
ahora que se está tratando de determinar las personas que podrían ser
asentados, se ha rechazado a estos propietarios, porque “son dueños de una
unidad económica”.
Por último, ante todo
tipo de objeciones a estos “razonamientos”, se me contestaba que si no estaba
de acuerdo, acudiera a los Tribunales Agrarios (…).
Le manifesté a S.E. que
como contribuyente y como agricultor no comprendo cómo y por qué esta excelente
proposición fue rechazada y no estudiada con más profundidad, sobre todo, después
de haber oído a S.E., en la reunión aludida, ser un tan ferviente partidario de
la empresa privada agrícola.
Confirma a S.E. lo ya
manifestado en el sentido de que desde hace un año a esta parte he sido víctima
de toda clase de presiones económicas, morales y sociales. Se me ha cortado el
crédito directo e indirecto en el Banco del Estado, he sido atacado por la
prensa, radio y televisión, incluso por funcionarios públicos, presentándome
como un elemento nocivo para la sociedad. La
CORA ha insistido, apoyándose en un grupo de personas ajenas al fundo, en que
existe “un grave conflicto social” (…) tratando de mantener y fomentar
permanentemente un clima de agitación a través de sus funcionarios; en
numerosas ocasiones ofrecí al señor Moreno que en el fundo se hiciera una
encuesta seria o un plebiscito, para conocer la realidad de la situación
social, lo cual nunca fue aceptado; habiendo ofrecido acatar lo que la mayoría
del personal decidiera, no aceptaron mi proposición.
¿Qué debo hacer en
estas circunstancias, teniendo además presente que se discute actualmente en el
Congreso una modificación de la ley de Reforma Agraria,
por la cual perderemos todo derecho práctico a siquiera una reserva?
Después de todo lo
anterior, no me ha quedado otro camino que discutir con el señor Moreno la
reserva ofrecida por él, la que con algunas modificaciones, ha sido ya
virtualmente aceptada.
Ayer
comuniqué a ese grupo mayoritario de auténticos campesinos y leales
colaboradores, cuya opinión nunca quiso ser oída por CORA, sobre la expropiación
del fundo, y junto a ellos, al oírles su indefensión, su imposibilidad de ser
propietarios independientes, pude comprobar, una vez más, lo injusto e
inhumanos de los sistemas que se han aplicado. Espero, al menos, que se respete
a esos eficientes campesinos y no se proceda, como en otros casos, a
expulsarlos del asentamiento por no haber sido dóciles instrumentos en manos de
los funcionarios de CORA. Así lo pediré al señor Moreno.
Agradecido de la atención
que S.E. ha tenido a bien dispensarme, lo saluda con toda atención,
Carlos
Ariztía Ruiz
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